Consagrada como una de las mejores bandas del panorama indie nacional -y cada vez más, internacional– Love of Lesbian consigue suscitar hasta el más recóndito sentimiento con cada nota musical.
Así, emocionales y entrañables, han logrado generar y satisfacer expectativas en un público amplio, que a pesar de la efeméride que caracteriza estos tiempos parece que se mantiene fiel. De hecho, los barceloneses publicaron la semana pasada su nuevo álbum, Manifiesto delirista; antes de escucharlo pensé si efectivamente tendría algo que ver con el delirio, o hasta el sueño, y confieso que no he logrado descubrirlo (aún). Mantiene una línea muy similar a sus anteriores elepés, pero quizás con algún que otro toque más profundo, en este sentido también más onírico.
Así, emocionales y entrañables, han logrado generar y satisfacer expectativas en un público amplio, que a pesar de la efeméride que caracteriza estos tiempos parece que se mantiene fiel. De hecho, los barceloneses publicaron la semana pasada su nuevo álbum, Manifiesto delirista; antes de escucharlo pensé si efectivamente tendría algo que ver con el delirio, o hasta el sueño, y confieso que no he logrado descubrirlo (aún). Mantiene una línea muy similar a sus anteriores elepés, pero quizás con algún que otro toque más profundo, en este sentido también más onírico.
El caso es que –ya ubicándome entre tanta reflexión– ofrecieron un concierto en la sala Razzmatazz hace relativamente poco, el pasado mes de marzo, donde rompieron con la estética (y ética) que supuestamente debería seguir un concierto. En la estética por los modelitos pasajeros con que se paseaban (como auténticos reyes de la farándula) y en la ética por los discursos ácidos y críticos que entre canción y canción, siempre viniendo a cuento, soltaban. Necesitaban (y seguramente querían) vaciar sus opiniones más personales, porque al menos eso demostraron al no cortarse en expresarlas públicamente.
A nivel propiamente musical, siguieron un hilo conductor basado en sus temas más conocidos, como 1999, Allí donde solíamos gritar y algunos del álbum más reciente hasta entonces, como La noche eterna. La gran mayoría reflexivos y tiernos, aunque también hicieron hueco a la diversión y el desparrame, que se les da muy bien.
Empáticos y simpáticos, aderezan cada cosa que hacen con un toque de carisma que los convierte en todo un fenómeno. Aunque ellos sigan siendo igual de humildes y humanos que el primer día. Porque lo que hacen no cambia, y ellos tampoco.
Redacción: Helena Moreno Mata